Decir la Virgen de los Reyes es decir Sevilla, e invocar una historia dilatadísima, rica en fervores, en sentimientos, en anécdotas y en arte.
Su imagen constituye el máximo exponente de la religiosidad de un pueblo, que en su marianismo cifra su orgullo, como una de las principales razones de su sentir sevillano. A través de los siglos, en ella han quedado depositadas las más puras esencias hispalenses.
Virgen Madre, nos sonríe, mostrando al Niño Dios sobre sus rodillas. Virgen Reina, nos atrae con su majestad sencilla. Virgen Sevillana, nos llena de esperanza y de gracia, devolviéndonos la confianza en nuestro propio destino.
Está claro que esta efigie excepcional no puede ser incluida, como una más, al lado de las restantes advocaciones letíficas, pues sobresale con fuerza propia e inigualada dentro del maravilloso elenco de la imaginería local, trascendiendo cualquier juicio o valoración hasta alcanzar la suprema categoría de "lo inefable".
Juan Martínez Alcalde
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